En El Factor, hacía ya muchos años que no se disfrutaba de un espacio donde lo social, lo deportivo y lo cultural pudieran unirse para el disfrute de toda la familia.
La celebración reciente ha marcado un hito en la historia de nuestro pueblo, un renacer de las actividades comunitarias que fomentan el encuentro, la convivencia y el fortalecimiento de los lazos entre los factorenses.
Esto ha sido posible gracias a la visión y esfuerzo del joven Oscar Pablo, quien, al tomar la iniciativa de celebrar a los factoreros ausentes, nos ha regalado no solo una festividad, sino un motivo de orgullo para todos los que formamos parte de esta laboriosa tierra.
Durante esta celebración, estamos viendo algo que ya se extrañaba en nuestro querido pueblo: encuentros deportivos donde nuestros jóvenes y niños pueden demostrar su talento y entusiasmo, espacios para juegos infantiles donde los más pequeños ríen y disfrutan en un ambiente de alegría y seguridad, y, cada noche, un despliegue de arte y cultura a través de presentaciones artísticas que no veíamos en El Factor desde hace muchos años.
Esta conjugación de lo social, lo deportivo y lo cultural está permitiendo que nuestras raíces se fortalezcan, y que, como municipio, recordemos lo que significa vivir en unidad, en armonía y en paz.
Sin embargo, en medio de esta atmósfera de celebración y regocijo, ha sido sumamente lamentable el escuchar un audio de un pastor de una iglesia local, en el cual, de manera irrespetuosa e irracional, intentaba descalificar estas festividades al insinuar que participar en ellas era equivalente a abrazar las tinieblas.
Es profundamente preocupante que una persona con la responsabilidad de guiar espiritualmente a su congregación utilice su influencia para intentar dividir en lugar de unir, para sembrar la discordia donde debería haber comprensión y respeto.
Es vital recordar que cada espacio tiene su propósito, y que en una sociedad diversa y plural como la nuestra, el respeto por las diferencias es clave. Las actividades religiosas, especialmente aquellas que se realizan con fervor y devoción, tienen su lugar y su importancia, pero lo mismo debe aplicarse a las actividades culturales que permiten a un pueblo expresar su identidad, su arte y su historia.
No debemos caer en el error de pensar que una cosa es contraria a la otra; en cambio, debemos buscar la manera en que ambas puedan coexistir de forma armoniosa.
La palabra de Dios nos insta a “ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15), y eso es lo que todo líder espiritual está llamado a hacer. Sin embargo, predicar la palabra de Dios no debe significar imponerla ni condenar a quienes eligen disfrutar de la vida de una manera distinta.
Este es un llamado no solo al pastor que hizo esas desafortunadas declaraciones, sino también a su congregación: en lugar de condenar, en lugar de señalar con el dedo, extiendan sus manos y oren por nuestro pueblo. Inviten a sus fieles a participar en oración, pidiendo que Dios guíe y proteja estas festividades, que bendiga a las personas que asisten, y que las actividades se desarrollen en un marco de paz, respeto y orden.
Es una pena que algunos aún no comprendan que la cultura de un pueblo es una expresión de su alma colectiva, y que los eventos culturales no solo entretienen, sino que también educan, refuerzan la identidad y promueven valores de convivencia pacífica.
En lugar de ver las festividades como una amenaza, es mucho más enriquecedor verlas como una oportunidad para orar por la comunidad, para pedir a Dios que cuide de nuestro pueblo y de nuestras tierras, y para asegurarnos de que cada actividad se realice bajo su protección divina.
Y hablando de paz y convivencia, qué magnífico ejemplo nos dio nuestra gente durante la primera noche cultural. En un evento que podría haber sido motivo de inquietud para algunos, el pueblo de El Factor demostró su civismo y su capacidad de disfrutar en orden y armonía. No hubo desórdenes ni actitudes reprobables; por el contrario, reinó la paz, la alegría y el respeto. Este comportamiento cívico es la prueba de que cuando se ofrecen espacios adecuados para el disfrute familiar, el pueblo responde con responsabilidad y compromiso.
Que estas fiestas continúen siendo un motivo de encuentro, y que, en el futuro, todos podamos aprender a respetar y valorar tanto las actividades religiosas como las culturales. Porque en un pueblo que respeta sus diferencias y abraza su diversidad, todos podemos convivir en paz y armonía, y eso, en última instancia, es lo que nos acerca más a Dios.
Por Amaury Reyna
Jefe de redacción del Naguero.com