La República Dominicana enfrenta una crisis de confianza en sus fuerzas del orden, alimentada por constantes denuncias de brutalidad policial y abuso de poder por parte de agentes de la Policía Nacional y de la DIGESETT. A pesar de los esfuerzos gubernamentales por reformar estas instituciones, los hechos recientes demuestran que el problema no radica solo en la estructura, sino en la conducta de los agentes en las calles.
Durante el pasado fin de semana, en la salida Nagua-Cabrera, se registró un brutal incidente protagonizado por tres agentes de la DIGESETT, quienes sometieron de manera desmedida a un ciudadano, utilizando una fuerza claramente excesiva y desproporcionada.
Ese mismo día, en la calle Altagracia de Nagua, otro hecho bochornoso dejó en evidencia la falta de control dentro del cuerpo policial. Un grupo de ciudadanos, quienes estaban siendo fiscalizados por agentes de tránsito, no solo recibieron una multa, sino que uno de ellos fue abofeteado por un agente en un acto de violencia injustificable y absolutamente reprochable.
Estos incidentes no son casos aislados. Son parte de una tendencia preocupante que se ha extendido a lo largo del país, donde los ciudadanos, en lugar de sentirse protegidos, viven con temor de ser víctimas de la agresión de aquellos que deberían velar por su seguridad.
La Policía y la DIGESETT: ¿Guardianes o agresores?
Los videos y testimonios que circulan en redes sociales muestran un patrón de conducta alarmante: agentes que recurren a la violencia sin justificación alguna, violando los derechos de los ciudadanos y desacreditando la imagen de las instituciones a las que pertenecen.
Si bien es cierto que dentro de la Policía y la DIGESETT existen profesionales comprometidos con su labor, la falta de sanciones ejemplares contra los abusadores ha generado una sensación de impunidad que alienta este tipo de comportamiento.
Desde El Naguero, exigimos que la Dirección de la Policía Nacional y de la DIGESETT actúen con firmeza ante estos hechos. No basta con sanciones administrativas; es necesario establecer protocolos claros y efectivos para evitar que estos abusos continúen.
Es fundamental que el Ministerio Público abra investigaciones sobre estos incidentes, y que las autoridades implementen mecanismos de supervisión estrictos, incluyendo el uso de cámaras corporales en los agentes de tránsito y patrulleros, para garantizar transparencia en sus actuaciones.
Un país no puede avanzar con una fuerza policial que siembra miedo en lugar de confianza. La población no debe temer a quienes están llamados a protegerla. La seguridad pública no se construye con abuso y violencia, sino con respeto, profesionalismo y vocación de servicio.
Es momento de que el Gobierno, que ha prometido una transformación profunda de la Policía Nacional, lleve estas reformas a la realidad y garantice que los agentes de la ley sean un símbolo de protección, no de temor.
Porque una sociedad solo es verdaderamente libre cuando sus ciudadanos pueden caminar sin miedo, confiando en la justicia y en las instituciones que deben velar por su bienestar.
Desde El Naguero, condenamos enérgicamente estos hechos y exigimos un cambio inmediato. La reforma policial no puede seguir siendo solo un discurso.
Por Amaury Reyna Liberato, director de elnaguero.com