Santo Domingo, R.D. – La intensificación de las redadas contra inmigrantes haitianos en República Dominicana, tras el anuncio oficial de expulsar semanalmente a 10.000 indocumentados, ha dejado a los centros de salud como uno de los pocos espacios donde los ciudadanos del vecino país pueden asistir sin temer una detención inmediata.
En la práctica, hospitales y clínicas públicas han asumido el rol de refugio temporal, al tiempo que tratan de atender la creciente demanda de servicios de maternidad y de urgencias.
Una realidad palpable en la frontera
Yolanda, de 22 años, ilustra esta situación. Embarazada de ocho meses, viajó desde Haití a un hospital dominicano cercano a la frontera para un chequeo prenatal. Vestida con un suéter navideño rojo, entre renos y copos de nieve, la joven aguardó con nerviosismo hasta escuchar a la doctora confirmar el buen estado de su bebé. “Se escucha bien”, le dijo la especialista, logrando la primera sonrisa de Yolanda desde que ingresó al consultorio.
Según el personal médico, las embarazadas haitianas suelen llegar con poca o nula atención prenatal, y con deficiencias en su alimentación y suplementación vitamínica.
“Aquí en la frontera es peor, al estar tan cerca, el 90 % de las pacientes que vemos son extranjeras. Llegan con patologías que pueden ser graves, pero muchas veces logramos estabilizarlas a tiempo”, comenta una doctora que prefirió mantener el anonimato. Pese a la sobrecarga en los hospitales públicos, subraya la vocación profesional de atender a cualquier persona, sin importar su nacionalidad o estatus migratorio.
Un mercado binacional bajo presión
Mientras tanto, en la puerta fronteriza de Dajabón, la rutina de viernes en el mercado binacional muestra un ritmo acelerado. Desde las 8:00 de la mañana, cientos de haitianos ingresan a territorio dominicano para adquirir productos básicos, que escasean en su país.
El operativo de seguridad local solo permite el ingreso a quienes cuentan con permisos de trabajo; el resto se dirige a la zona de comestibles. Antes de las 5:00 de la tarde, hora en que cierran las compuertas, deben regresar con sus mercancías a Haití.
Sin embargo, a la par de este trasiego legal, las autoridades de Migración realizan operativos para interceptar a quienes no cumplen con los requisitos de ingreso. Al cierre de la tarde, una camioneta con la reja abarrotada de deportados, en su mayoría jóvenes, es descargada en la frontera. “60 hombres”, informa una funcionaria antes de que regresen a suelo haitiano.
Cifras de deportación y crisis en Haití
De acuerdo con datos de la Dirección General de Migración, desde el 1 de octubre hasta el 9 de diciembre se ha expulsado a 76.000 personas, en su mayoría haitianas.
Organismos de derechos humanos han criticado estas medidas, alegando que muchas de las personas retornadas se enfrentan a una situación de extrema violencia y pobreza en Haití, controlado en gran parte por bandas armadas.
El Gobierno dominicano justifica la política en la “situación sin precedentes” de inseguridad que vive el país vecino. En noviembre, el presidente Luis Abinader anunció la continuidad de las deportaciones masivas como parte de su plan para contener la crisis migratoria.
Hospitales: la frontera humanitaria
La tensión migratoria ha generado incidentes en la puerta de los centros de salud, donde las fuerzas de seguridad suelen realizar vigilias. Elena, de 26 años, embarazada de su quinto hijo, explica en un español vacilante que a veces debe esperar hasta que la patrulla se retire para acudir al hospital. “Cuando se fue, ya vine al hospital”, relata.
No obstante, el personal médico enfatiza que ningún paciente es rechazado, independientemente de su estatus migratorio. “Aquí atendemos a todo el mundo. No hay camas separadas para dominicanos o haitianos”, afirma la directora de un hospital fronterizo, quien menciona, además, que muchos de los nacimientos de madres haitianas se realizan con complicaciones evitables si hubieran recibido chequeos previos.
Pese a la sobrecarga y la precariedad de recursos en algunos centros, médicos y enfermeras señalan que en su labor prima la ética de salvar vidas, “sea quien sea el paciente”. Una enfermera con 29 años de experiencia subraya el sentido humanitario de su profesión: “No dejamos que una madre se vaya sin la ayuda que necesita, así nos toque administrar el poco material que tenemos”.
De este modo, mientras las deportaciones masivas siguen siendo la respuesta oficial al incremento de la migración irregular, el sistema de salud dominicano, especialmente en la zona fronteriza, se convierte en un espacio donde persiste la asistencia humanitaria básica, aunque bajo una presión cada vez más creciente.