Nagua, María Trinidad Sánchez. – Nagua vive horas bajas en el mundo del baloncesto tras confirmarse la cancelación definitiva de su torneo superior, una tradición deportiva que por años congregó multitudes y alimentó la pasión de los fanáticos locales.
Desde principios del año, existían expectativas de que el certamen se reanudara en este 2025, pero la realidad de un polideportivo en franco deterioro, la falta de acuerdos entre la Asociación de Baloncesto de Nagua y los dueños de las franquicias participantes, además de señalamientos por supuestas irregularidades en el manejo de fondos, han terminado sepultando la esperanza de ver rodar nuevamente el balón sobre la duela.
La chispa inicial del conflicto se encendió con múltiples denuncias sobre la condición del Polideportivo de Nagua, considerado hasta hace poco como el principal escenario para la práctica de baloncesto en la región nordeste del país.
Este recinto, que albergó finales memorables y juegos de fase regular, acusa un abandono que salta a la vista. Techo con filtraciones, tabloncillos inservibles y un sistema eléctrico deficiente son solo algunas de las quejas que jugadores y fanáticos han expresado a lo largo de los meses.
Mientras la infraestructura se iba apagando, las tensiones internas también crecían. Los dueños de los equipos, preocupados por la falta de transparencia en la administración, empezaron a exigir explicaciones sobre el destino de los fondos recibidos, tanto de los patrocinadores como de la propia Asociación de Baloncesto y Comité Organizador.
En el centro de las críticas se encuentra el emblemático jugador y presidente de la Asociación de Baloncesto de Nagua, José Brenz, conocido popularmente como “La Moña”. Su legendaria trayectoria en las canchas, donde brilló como uno de los atletas más destacados de la región, no ha sido suficiente para apaciguar los reclamos que recaen sobre su gestión.
Las acusaciones van desde un presunto manejo ineficaz de los recursos hasta la falta de diálogo con los propietarios de las franquicias, situación que ha derivado en la renuncia de varios miembros del comité ejecutivo de la asociación.
“La Moña” ha preferido guardar silencio público, un gesto que, en lugar de calmar las aguas, ha provocado mayor tensión entre fanáticos y patrocinadores, quienes demandan explicaciones. Dentro de la comunidad deportiva existe la sensación de que el baloncesto, deporte que tantas alegrías ha dado a Nagua, está hoy en vilo.
Las pérdidas económicas derivadas de la cancelación van más allá de lo que se percibe en la cancha. Empresas locales y nacionales que cada año apostaban por patrocinar el torneo se encuentran ahora con contratos suspendidos y sin la visibilidad que esperaban durante la temporada. La derrama económica que generaba la competición —desde la venta de boletos y hasta la contratación de personal de seguridad y logística— ha quedado en el aire, afectando a comerciantes, colaboradores eventuales y, sobre todo, a los seguidores que esperaban con ansias cada partido.
En la memoria colectiva de Nagua, permanecen vivos los recuerdos de temporadas pasadas en las que el público abarrotaba las gradas, se escuchaban las barras coreando a sus equipos favoritos y se vivía un ambiente digno de un gran espectáculo deportivo. Hoy, en cambio, reina el desconcierto. Mientras el balón permanece guardado y las promesas de revitalización no superan el plano de la retórica, surge la duda de si este histórico torneo volverá a ver la luz en algún momento.
Los aficionados, por su parte, exigen medidas inmediatas y un mayor compromiso por parte de las autoridades deportivas y gubernamentales para rescatar el torneo. Ciertos sectores opinan que la intervención de la Federación Dominicana de Baloncesto (FEDOMBAL) podría ser clave para arbitrar el conflicto y auditar de manera transparente los recursos asignados, además de llevar a la legalidad a la propia Asociación de Baloncesto Superior que se encuentra en crisis.
Por el momento, el futuro del baloncesto superior en Nagua permanece en suspenso. El escenario urge de un acuerdo entre los involucrados para que el polideportivo recobre su esplendor, las franquicias cuenten con la confianza necesaria para participar y la pasión de los fanáticos vuelva a encenderse. De no hallarse pronto una solución, la región podría perder una de sus tradiciones deportivas más queridas, sumiendo a Nagua en un silencio que contrasta con el bullicio y la alegría que antaño retumbaban en cada partido.