El desarrollo de una ciudad no se mide solo por los metros de concreto que se levantan, sino por la dignidad con la que se trata a quienes la habitan. En Nagua, el crecimiento económico avanza; el respeto a los peatones, no.
Es innegable que Nagua está cambiando. La llegada de grandes cadenas comerciales como Tiendas La Sirena, el auge del sector construcción y el dinamismo en las zonas urbanas son señales de que la ciudad se proyecta hacia un nuevo estadio de desarrollo. Sin embargo, mientras los titulares celebran estas inversiones, en el nivel de la acera —literal y simbólicamente— se vive otra realidad: la exclusión cotidiana de quienes caminan.
La ocupación de las aceras por parte de paradas de motoconchos, comercios informales y construcciones improvisadas no es un problema menor. Es una violación directa del derecho al libre tránsito y una transgresión clara de normas legales que ya existen en el ordenamiento jurídico dominicano.
Hablamos, por ejemplo, de la Ley 63-17 sobre Movilidad, Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial, que en su artículo 220 establece que las aceras deben estar libres para el uso exclusivo de los peatones. O de la Ley 176-07 sobre los municipios, que otorga a los ayuntamientos la responsabilidad de velar por esos espacios públicos.
El reglamento R-007, aprobado por el Ministerio de Obras Públicas, va más lejos aún: establece que las aceras deben tener una dimensión mínima, garantizar accesibilidad universal y estar libres de obstáculos que pongan en riesgo la integridad de quienes las usan.
La pregunta es: ¿quién está haciendo valer estas normas en Nagua?
No se trata de exageraciones. Basta pasar por el entorno de Tiendas La Sirena —símbolo del crecimiento comercial reciente— para notar que las aceras han sido ocupadas por una parada de motoconchos sin regulación visible.
En la práctica, esto obliga a niños, envejecientes, personas con discapacidad y ciudadanos en general a transitar por la calle, desprotegidos, ignorados. La ausencia de acción por parte del Ayuntamiento ante esta situación revela una peligrosa indiferencia frente a un problema que tiene rostro humano.
Recordemos que, hace algunos años, la organización Nueva Vida Sin Barreras levantó una bandera importante en nuestra comunidad, la necesidad de construir una Nagua inclusiva. Desde entonces, el llamado a garantizar espacios accesibles, seguros y dignos ha sido constante.
Pero pareciera que, a medida que la ciudad crece hacia arriba, se olvida de mirar hacia abajo. Y las aceras —ese espacio tan básico como determinante— han sido relegadas a la categoría de “terreno disponible”.
Un municipio que ignora la ley, o que permite su incumplimiento, no está siendo cómplice del progreso, está saboteando su propia promesa de equidad.
Las autoridades están llamadas no solo a construir aceras, sino a protegerlas, mantenerlas y garantizar su uso adecuado. No se trata de perseguir al motoconchista, sino de establecer el orden que exige una ciudad moderna y justa. Porque si en una ciudad no se puede caminar, entonces tampoco se puede convivir.
El progreso debe ser medido en términos de inclusión, no solo de inversión. El derecho a caminar con seguridad es un derecho humano. Y en Nagua, ese derecho está siendo atropellado todos los días.
Hoy, desde El Naguero, recordamos a las autoridades municipales que hacer cumplir la ley no es una opción; es un deber. Que las aceras son tan importantes como las avenidas. Y que no hay verdadera transformación si excluye a quienes caminan.
Por Amaury Reyna Liberato, CEO de ElNaguero.com