¿Convocar y realizar un paro docente a pocos días de haber iniciado el año escolar? ¡Eso es más que un absurdo! Al gremio de los docentes en su seccional de Santiago, se le fue la mano, pero no la creatividad.
Y es que este llamado a huelga, centrado en demandas que bien pudieron plantearse durante los meses de receso, plantea no solo un desafío logístico sino también un dilema ético sobre los tiempos elegidos para tales acciones.
Resulta, cuando menos, inoportuno, que estas demandas emergan justo en un momento crítico para el desarrollo académico de nuestros niños y jóvenes. Uno no puede evitar preguntarse: ¿Por qué ahora? La respuesta parece sugerir una estrategia más compleja y posiblemente motivada por intereses que trascienden las reivindicaciones laborales inmediatas.
No es un secreto que el gremio de los maestros está inmerso actualmente en un proceso electoral abierto. Este contexto electoral podría estar influyendo en la decisión de convocar una huelga en estos precisos momentos, buscando tal vez un efecto de presión adicional o de visibilidad aumentada para ciertas facciones dentro del gremio.
La coincidencia de tiempos entre el proceso electoral y la huelga plantea cuestiones sobre la verdadera naturaleza y el timing de estas demandas.
Más allá de las legítimas reivindicaciones que puedan tener nuestros educadores, que indudablemente enfrentan desafíos significativos en su labor diaria, es fundamental considerar el impacto de sus acciones en el bienestar y el futuro educativo de nuestros estudiantes.
La educación, piedra angular de nuestra sociedad y garantía de un futuro prometedor para las próximas generaciones, no debería verse comprometida por tácticas que bien podrían percibirse como políticamente calculadas.
Es esencial que el diálogo entre el gremio de profesores y las autoridades educativas se conduzca con un sentido de urgencia y responsabilidad, buscando soluciones que no solo atiendan a las necesidades del cuerpo docente, sino que salvaguarden los intereses de los estudiantes. Las aulas deberían ser espacios de aprendizaje continuo, no escenarios de disputa donde se sacrifican días valiosos de educación.
Este es un momento para la reflexión, tanto para los líderes del gremio como para la sociedad en general, sobre cómo las decisiones en el ámbito educativo, incluyendo el timing de las reivindicaciones laborales, deben ser manejadas con la máxima consideración por aquellos que menos voz tienen en este debate: nuestros estudiantes.
La educación es demasiado preciosa como para ser interrumpida, y es deber de todos asegurar que las puertas del conocimiento permanezcan abiertas, especialmente en estos días críticos de regreso a clases.
Esperemos pues que la política y las elecciones de la ADP, no continúen torpedeando el proceso de enseñanza aprendizaje, así como de la misma forma esperamos que la autoridad en el área, termine de dar respuestas a las demandas de los docentes y de las propias asociaciones de padres, madres y/o tutores de la escuela.