Días atrás compartí un meme a través de mi Facebook que dice: “El dinero no compra la felicidad, pero compra aguacates y honestamente no he visto a nadie triste mientras come aguacate”. Me imagino que también han escuchado otra frase muy parecida; “el dinero no es la felicidad pero te deja a una esquina”. Esto a modo de broma pero a diario escuchamos y leemos en las redes sociales, la música urbana, la publicidad y sobre todo los influencer refiriéndose a que para ser felices necesitamos tener mucho dinero.
Psicólogos, sociólogos y personas preocupadas en entender el porqué de las cosas, buscan encontrar la explicación a muchos suicidios que se relacionan con deudas económicas, pérdida de empleo, quiebra de negocios, entre otras formas en las que hay una disminución de recursos o bien pudiera ser una presión que debe resolverse con dinero.
Si la depresión que conduce al suicidio fuera por falta de dinero entonces quedaran muy pocos pobres vivos. Si nos fijamos la mayoría de personas que se quitan la vida por deudas o alguna situación económica pertenecen a la clase media o alta; aquellos que han hecho del dinero el centro de sus vidas y que dependen tanto de lo material que ellos giran en torno a lo material y no lo material en torno a ellos.
La puerta de entrada a la depresión es el estrés crónico y hoy en día se habla mucho del estrés financiero. Vosloo, Fouche y Barnard (2014) afirman que el estrés financiero se presenta más en la sociedad de hoy debido a factores como altos niveles de endeudamiento de las personas, bajos ahorros y la recesión económica. Basados en sus investigaciones, consideran que las empresas deben mejorar el bienestar financiero de los empleados debido a que el estrés financiero afecta negativamente el desempeño de los empleados en el trabajo.
Mientras investigaba sobre el tema encontré un aporte bien interesante que hacen Davis y Mantler (2004) donde refieren que: “con Un estudio exploratorio realizado por el Centro de Estrés, Afrontamiento y Bienestar de la Universidad de Carleton en Canadá, afirma que el estrés financiero en hogares que habían enfrentado bancarrota había sido subestimado. Sus hallazgos revelan el daño significativo causado por el estrés financiero a los individuos, las familias y altos costos indeterminados para las comunidades. El estrés financiero se asocia con la disminución de la salud física, tales como el aumento de dolores de cabeza, dolores de estómago e insomnio. Además, es probable que las personas con una gran cantidad de estrés financiero experimenten altos niveles de depresión y esta depresión se asocia directamente con el empeoramiento de la salud física”.
Es evidente que cada vez se hace más necesario que aprendamos a priorizar nuestras necesidades y que prestemos atención aquel pasaje bíblico que se refiere a que “donde esta nuestro tesoro ahí estará nuestro corazón”; debemos tener mucho cuidado, no sea que perdamos nuestro tesoro y con él la vida. Aquí entra la motivación y emoción que será el tema que estaremos tratando en mi próximo artículo.
Por Esteban Jáquez Hernández, Psicólogo clínico.