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Análisis sobre la toma de rehenes en Cotui y la actuación de la policía

El pasado viernes 7 de agosto muchos pudieron presenciar el caso de un delincuente que mientras huía de la policía nacional dominicana procedió a entrar a una casa y secuestrar pistola en mano a una madre y a su hijo de uno o dos años, este hecho ocurrió en Cotui.

Desde el inicio de la transmisión pude observar que la Policía Nacional nunca estableció un perímetro, ni para los civiles que se acercaron de curiosos, ni para la prensa. Más bien pudimos observar unos policías bastante relajados, parados frente a la casa y usando sus teléfonos móviles. Pareciera que esos policías no entendían la magnitud de lo que estaba sucediendo, porque me niego a pensar que ellos podían actuar tan de una forma tan despreocupada mientras un hombre amenazaba a punta de pistola a una madre y su hijo de un ano.

La única acción de este evento que puede ser aplaudible es la del oficial que se disfrazó de sacerdote para evitar poner en riesgo al sacerdote de la zona. Este oficial procedió a entrar a la casa e intentar negociar con el secuestrador, el cual con el niño en brazos se negaba a ceder y liberar a sus víctimas, a las cuales se mantenía apuntándoles con una pistola, trayendo como consecuencia que surgiera la imperiosa necesidad de neutralizarlo con un disparo en la cabeza para poder sacar de peligro a la madre y su bebe, además de las otras personas que se encontraban dentro de la casa.

Este suceso nos deja más que claro que la Policía Nacional no tu o no siguió un protocolo de reacción táctico ante este tipo de situaciones. La toma de rehenes es una situación bastante compleja, en la misma existen tres actores: el secuesrtador, el rehén y el Estado, en este caso representado por la Policía Nacional. El secuestrador usualmente toma en su poder a las víctimas para evitar ser arrestado usando a las mismas como escudo, representando esto un grave peligro para las víctimas.

El Estado debe garantizar la integridad física de cada ciudadano, y para esa misión ha encargado a la Policía Nacional. Garantizar la integridad física de los rehenes siempre será prioridad ante una situación de secuestro, la integridad física del secuestrador pasa a un segundo plano, pues es este quien representa peligro tanto para los rehenes como para los policías actuantes.

¿Se debe negociar con el captor? Por supuesto que sí, y en este caso se intentó negociar con el captor por horas, pero este mostraba un perfil, que aparte de desorientado estaba bastante hostil. Se debe negociar siempre y cuando, la vida de los rehenes y los oficiales actuantes no esté en peligro. Los que pudieron observar el video podrán notar que el captor nunca bajó su arma, siempre mostró disposición de disparar ¿No es esto agresividad?

Muchos han criticado el hecho de que el oficial se haya disfrazado de sacerdote y le haya “mentido” al secuestrador al fingir ser un sacerdote. El momento de un rescate es un momento bastante peligroso para los rehenes y para los oficiales actuantes, es por esto que es importante actuar con mucho tacto. Aunque sea incomprensible para algunos esta fue una buena actuación por parte del oficial: Primero, no puso en riesgo la vida de un sacerdote. Segundo, esto sirvió como distracción para poder eliminar la amenaza, lamentablemente utilizando fuerza letal. El reglamento sobre el uso de la fuerza en la policía establece en el articulo 9 la utilización de la fuerza letal y las armas de fuego cuando las personas involucradas son un peligro inmediato para los agentes actuantes o para terceros (en este caso los rehenes).

¿Cuál es la parte que podemos criticar sobre la actuación de la Policía Nacional?

Primero: se debió establecer un perímetro para evitar que la prensa y los curiosos se acercaran y pusieran en peligro a los rehenes y a ellos mismos.

Segundo: los agentes que estaban en el perímetro estaban distraídos y desprotegidos.

Tercero: con una situación que duro mucho mas de una hora nunca llego una unidad táctica de la PN, tampoco llegaron ambulancias ni paramédicas.

A pesar de todos los errores hay que reconocer la valentía de los oficiales actuantes que pudieron evitar que ese niño de un año y su madre murieran a manos de su captor.

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