Y es justo ahora cuando recuerdo a muchos haciendo comentarios negativos en mi cuenta de twitter y facebook. Parecían lluvias torrenciales de esas que bañan nuestras tierras en temporadas ciclónicas y de fuertes tormentas, todo esto porque habría expresado mi pensar respecto a las medidas que había tomado el joven presidente de El Salvador Nayib Bukele, las que, a mi juicio, eran demasiadas extremas para ser implementadas en un abrir y cerrar de ojos.
Recuerdo que aquél día, las habría definido como un peligro para la economía de El Salvador, pero sobre todo para su gente. Entendimos entonces y el tiempo nos ha dado la razón que, al implementarlas, Bukele no tendría la oportunidad de ver más allá del día después y tiempo no tendría para analizar las consecuencias que habrían de producirse, sobre todo, las negativas, al tiempo de ir viendo si el país podía sostenerla económicamente para su puesta en funcionamiento.
Aquí el resultado. Recuerdo que un diputado de Costa Rica en un encuentro de política expresó: “decir lo que se espera y de dar lo que se quiere sin analizar cada punto es populismo y pasaría como un castillo de arena, sería imposible que permanezca en el tiempo”, les juro que nunca había estado tan de acuerdo con alguien como lo estuve con él en ese momento.
Las medidas tomadas por un gobierno requieren análisis de consecuencias presente y futuro. La sostenibilidad de los planes garantiza gran parte de su éxito, en temas de Estado no basta con tener buena intención, se necesitan sentar primero las bases para que la buena intención pueda ejecutarse y si no se crean esas bases lamentablemente ningún plan podrá dar resultados. No se puede ofrecer lo que con certeza no se sabe si se puede cumplir y menos en casos de emergencia.
Hace apenas unas horas que Bukele admitió haber cometido errores, los que ha calificado como «demasiados». Al reconocer ante toda la población de El Salvador que había tratado de hacer lo que es mejor, no tuvo más remedio que admitir que había fallado; gobernar no es un juego de gallo en el que la suerte se echa, se trata de saber planificar y ver más allá de lo que nuestros ojos pueden.
Hoy al leer lo sucedido solo me llega a la cabeza el titulo del libro “Crónica de una muere anunciada”. Algunas cosas no pueden ser improvisadas, las estadísticas y el análisis previo son buenas medidas para evitar que un sistema colapse.
Por lo demás, de la experiencia de Bukele, a los más jóvenes nos resta aprender, sobre todo de sus errores.
Jasmiley Ortíz