Yo, Alonso, un joven que no me gustaba para nada los limoncillos, y entonces amigos en la política me enseñaron que los limoncillos eran bueno, lo mejor que le había pasado al país.
Había un árbol de limoncillos que fue sembrado por Juan Bosch, y mis amigos cada vez que nos juntamos me decían que debía protegerla, amarla, preservarla, darle lealtad, porque ese árbol había hecho tanto por todos, que jamás podíamos dejarlo sucumbir.
Entonces empece a cudiar de él durante años, aun sin disfrutar sus limoncillos, lo regaba para que mantenga su verdor, aprendí a defenderlo para que no cayeran sus ramas, esperando durante años la cosecha…
Llegó el 6 de octubre, pero la cosecha no trajo consigo limoncillos, entonces mis amigos perdieron la Fé en ese árbol y se fueron a sembrar en otra parcela. Pero ahora dicen que nuestro árbol está maldito, que lo van a cortar y a sacar sus raíces para que no vuelva a florecer, sólo porque en una ocasión no dio la cosecha esperada. Y que todos aquellos qué nos quedamos en la sombra de ese árbol somos «traidores», «desleales», pero no entienden que la más grande lealtad está hacía las ideas, a lo que ellos nos inculcaron, que fue amar y proteger el árbol de limoncillos que sembró Juan Bosch.
Por: Alonso Ledesma