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Renovados para fructificar

“Toda rama que es parte de mí y fracasa en llevar fruto, Él la corta; y toda rama que sí lleve fruto, Él la poda, para que produzca más fruto”. (Juan 15:2 Versión Kadosh)


¿Qué es un renuevo? Es el vástago (retoño, brote, tallo) que echa el árbol o la planta después de podados o cortados.

Por eso, solo cuando somos renovados (podados, limpiados) podemos dar frutos en la magnitud que Dios quiere. Debemos entender que el propósito de la renovación no es cortarnos del árbol sino limpiarnos para que fructifiquemos.

El árbol pasa por diferentes estaciones (temporadas) incluyendo un tiempo de sequía y desolación pero esto es solo una temporada. Mientras el árbol tenga vida volverá a dar frutos porque ése es su propósito.

Dice la Evang. Maite Tavarez: “Los cristianos no podemos vivir por temporadas. Cuando estamos conectados a Dios nos mantenemos eternamente porque Él es Eterno”.

Esto, más que una expresión es un principio espiritual. Solo conectados a Dios nos mantenemos con vida y solo la vida de Dios en nosotros nos renueva después de una temporada adversa a su propósito.

Después de una temporada de sequía quedan ramas secas y malezas que estorban al nuevo fruto que quiere salir. Por eso, necesitamos ser renovados para fructificar.

“Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva de día en día” (2 Co. 4:16).


– FRUTOS SANOS, FRUTOS MADUROS Y FRUTOS QUE PERMANEZCAN –


Fuimos puestos en el árbol no solo para dar frutos sino para dar frutos sanos, frutos maduros y frutos que permanezcan.

No se trata de dar cualquier fruto sino el fruto que Dios quiere, no se trata de hacer muchas cosas o cualquier cosa sino hacer lo que Dios quiere.

Dice el profeta José Font: El fruto que Dios espera se llama madurez. Un fruto maduro es un fruto que ha llegado a su nivel máximo, está completo, es un fruto útil.

Así que madurez es un estado de plenitud, es el nivel a donde Dios quiere llevarnos.

En este día, dejemos que su Palabra nos pode, nos limpie, nos renueve y quite todo aquello que está impidiendo que demos el fruto sano, maduro y permanente que Dios espera. ¡Dios te bendiga!

Por Clara Esther García, es por su gracia

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