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El fracking, la OPEP+ y el presidente Trump

La energía es un componente fundamental para el crecimiento, bienestar, soberanía y continuidad del Estado, ya que sin energía no existe posibilidad de desarrollo ni de progreso. Desde que el petróleo superó al carbón en los años sesenta, se convirtió en la principal fuente de energía y a pesar de los esfuerzos por conseguir una economía más amigable con el medioambiente, continuará poseyendo un papel fundamental en el futuro próximo.

Desde mediados de 2018 la producción petrolera en Estados Unidos le ubicó, junto con Rusia y Arabia Saudita entre los tres mayores productores mundiales, al producir 11 millones de barriles de petróleo por día (bpd), logrando a final de ese año establecer un récord mensual de 11.96 millones bpd. Tal volumen de producción le llevó a superar a los otros grandes productores de petróleo ya mencionados.

De acuerdo con la Administración de Información Energética (EIA, siglas en ingles), organismo de estadísticas y análisis del Departamento de Energía de Estados Unidos, el 68% de esta cifra corresponde a los productores de petróleo de esquisto, lo que equivale a más de 8 millones de bpd. Sin embargo, a pesar del gran récord en la producción de petróleo, la industria del esquisto, no ha logrado alcanzar los niveles de rentabilidad esperados. Algo contradictorio, pues el posicionamiento energético para Estados Unidos tiene implicaciones económicas, de seguridad nacional y medioambiental.

PANORAMA ENERGÉTICO GLOBAL
Arabia Saudita ha dicho que el mercado petrolero podría mostrar un exceso de oferta hasta fin de año. Esto se explica porque en un esfuerzo por reducir los envíos de Irán y Venezuela a los mercados globales, en los últimos meses Estados Unidos ha aumentado sus propias exportaciones y ha impuesto nuevas sanciones a estos miembros de la OPEP, llevando nuevas complicaciones para el cártel en sus esfuerzos por predecir la oferta y la demanda global. Sin embargo, la OPEP+ ha manifestado que a excepción del mercado, no está bajo presión de nadie para aumentar la producción.

Conviene saber que la OPEP+ se formó a finales de 2016, con los países OPEP (en la actualidad, Arabia Saudita, Kuwait, Irán, Irak, Venezuela, Angola, Argelia, Ecuador, Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Guinea Ecuatorial, Libia, Nigeria y República del Congo) y un grupo de países productores independientes (actualmente, Azerbaiyán, Bahréin, Brunéi, Kazajistán, Malasia, México, Rusia, Sudán y Sudán del Sur) con el objetivo de reducir la producción conjunta partiendo del nivel de octubre de ese año.

En diciembre pasado la OPEP+ acordó reducir la producción de petróleo en 1.2 millones de barriles por día (bpd) durante el primer semestre del presente año, en un esfuerzo por impulsar los precios del petróleo.

El pasado 30 de marzo, el banco británico Barclays pronosticó que los precios del petróleo podrían verse impulsados en el segundo trimestre de este año por problemas de suministros en Estados Unidos y Venezuela, así como el cumplimiento del acuerdo de la OPEP+ y que por esto, los precios del Brent podrían promediar los 73 dólares por barril, mientras que los del crudo estadounidense «West Texas Intermediate (WTI)» promediarían los 65 dólares.

Ante esa posibilidad de aumento de precios, Donald Trump, presidente de Estados Unidos critica a la OPEP acusándolos de los altos precios del petróleo. Muchos miembros del cártel afirman que las políticas de sanciones de la administración Trump son el factor principal para el repunte de precios, luego de haber sacado del mercado más de 2 millones de barriles por día (bpd) de petróleo iraní y venezolano, a lo que también se le ha sumado la crisis en Libia.

Entonces, tenemos que las crisis en países OPEP ha ampliado las restricciones negociadas para el suministro, que se suma al intento de Arabia Saudita de incidir en el alza de los precios para equilibrar su presupuesto reduciendo su producción y exportación a Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de que Estados Unidos ha observado una producción récord, el precio del crudo estadounidense se ha disparado por encima de 63 dólares, lo cual, de persistir las condiciones actuales y si la OPEP+ mantuviera el acuerdo podría llevarlo a los 70 dólares a mediados del próximo verano. Nótese que el Brent que es el referente mundial ha subido por encima de los 71 dólares por primera vez desde noviembre de 20018.

Conviene tener presente que Biyan Zangané, exministro de petróleo de Irán, dijo en mayo del 2018 que el presidente Trump lleva a cabo un doble juego en el mercado del crudo para lo cual cuenta con el apoyo de algunos países de la OPEP, cuyo objetivo es aumentar la producción de petróleo de esquistos. Por una parte, apoya los precios altos del petróleo, y al mismo tiempo acusa a los países de la OPEP de la subida de los costes de la gasolina.

FIN DEL ACUERDO OPEP+ Y CAMBIO DE ESCENARIO
En un giro inusitado el ministro de finanzas de Rusia, Anton Silaunov, que como parte de una gira de negocios visita Washington esta semana, ha anunciado el pasado sábado 13 de este mes, que Rusia y la OPEP están considerando poner fin al acuerdo global de producción alcanzado en diciembre pasado, por lo que en junio próximo no será renovado, con el objeto de impulsar la producción y así disputar las cuotas de mercado frente a Estados Unidos. Tal decisión, reconocen Rusia y la OPEP podría hacer retroceder los precios del petróleo este año a unos 40 dólares o menos, pero el dilema para ellos es: perder el mercado ante Estados Unidos o abandonar el acuerdo.

Si abandonan el acuerdo, los precios del petróleo bajaran, al igual que las nuevas inversiones, por lo que la producción estadounidense se reduciría ya que el costo de producción del petróleo de esquisto es mucho más alto que el de los productores convencionales.

Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la extracción mediante la técnica del fracking (método empleado para la extracción de los petrolíferos del esquisto) sigue siendo más cara ya que en Estados Unidos el punto de equilibrio se estima entre US$45 y US50 el barril para obtener beneficios tangibles en los precios internacionales. Mientras que en Iraq el costo de producción del barril de petróleo convencional anda en alrededor de US$13.

Mediante la técnica del fracking son necesarios 2,500 pozos nuevos cada año para mantener la producción de 1 millón de barriles al año, en el yacimiento de Bakken, en Dakota del Norte, uno de los más rentables en Estados Unidos. Mientras en Iraq, esos mismos resultados se obtienen con solo 60 pozos. La producción de petróleo por este método decrece más rápido que utilizando medios convencionales.

Como se ve, la no renovación del acuerdo OPEP+ en junio próximo, con el correspondiente aumento de la oferta podría afectar al precio del petróleo en los próximos meses. Actualmente Estados Unidos es el primer productor global de hidrocarburos gracias al petróleo de esquisto, pero hay voces crecientes que alertan de lo sobreendeudadas que están las compañías de fracking y de como potenciales subidas de los tipos de interés podrían poner en jaque a todo el sector. Si la oferta de crudo disminuyera, el precio podría aumentar y la OPEP volvería a tener un papel dominante en la producción y en la fijación del precio de este commodity.

INCERTIDUMBRES EN LA PRODUCCIÓN DE ESQUISTO
A pesar del aumento de los precios que se dan estos días, la mayoría de las compañías de esquisto de Estados Unidos aún sufren pérdidas. De acuerdo con The Wall Street Journal, la mayor parte de los principales 20 productores de petróleo de esquisto de Estados Unidos, en el primer trimestre de 2018 gastaron aproximadamente 20,000 millones de dólares por encima de lo que lograron recuperar de sus operaciones, logrando solo 5 de ellos alcanzar ganancias. Una de las razones de tal dicotomía entre los crecientes altos niveles de producción y el bajo rendimiento, es la alta tasa de endeudamiento de las empresas productoras.

En el último trimestre de 2018, la deuda total de los productores de esquisto se estimaba entre los 285,000 y 300,000 millones de dólares. Estos productores están obligados a apartar de lo que producen 1.5 millones de bpd, tan solo para pagar los intereses de los créditos obtenidos. Producción que no genera ganancias y no puede reinvertirse en el desarrollo de la empresa, tampoco en sus reservas. Pero también aumentan los costes de modernización de las plataformas perforadoras. Lógico sería financiarlo con los ingresos de las compañías, pero los representantes de la industria emiten nuevas acciones con lo que la burbuja que ya está inflada de por sí, se infla aún más.

Una nueva crisis financiera tiene el potencial de rápidamente convertirse en una crisis energética para Estados Unidos. De manera que si los inversores comienzan a deshacerse de acciones toxicas, muchos productores irían a la quiebra y cesaría su producción, lo cual pondría en peligro más de la mitad de la producción de petróleo en Estados Unidos.

EL PETRÓLEO Y LOS INTERESES NACIONALES DE ESTADOS UNIDOS
Tradicionalmente el petróleo barato ha sido positivo para la economía estadounidense ya que los descensos crean ahorros significativos para los consumidores, pues en términos reales equivalen a un gran recorte impositivo. En la actualidad, el auge del petróleo de esquisto ha cambiado esa ecuación. Estados Unidos además de ser el mayor consumidor de petróleo, es el principal productor mundial, pues por primera vez desde 1973 ha superado a Arabia Saudita y Rusia los, hasta ahora, mayores productores del planeta.

Por lo anterior cuando el presidente Donald Trump enarbola un discurso en el que pide la baja en los precios del crudo, hay que agarrar dicho discurso con pinzas, pues un precio muy bajo del petróleo puede tener impactantes consecuencias negativas. Desde la eliminación de puestos de trabajo, hasta crisis de liquidez y reducción en el gasto en empresas de fracking. Sirva de ejemplo, los miles de despidos y las decenas de bancarrotas causadas por el desplome en los precios del petróleo en el periodo comprendido entre los años 2014 y 2016. De ahí que cuando el presidente Trump habla de precios más bajo, pareciera estar ignorando esta realidad ya vivida.

Una caída en los precios puede llevar a los estadounidenses a disfrutar de ahorros inesperados, esto es cierto, pero no a muchos residentes de estados productores de petróleo como Alaska o Dakota del Norte entre otros, ya que un desplome en los precios del petróleo podría amenazar sus medios de subsistencia.

Mientras los precios de la gasolina pueden desplomarse e impulsar el gasto del consumidor, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) puede desacelerarse, el gasto de capital en el sector minero (representado en su mayoría por el petróleo) puede decaer hasta el mínimo, pues el petróleo de esquisto es ahora más de la mitad de la producción petrolera estadounidense.

Entonces las compañías petroleras de esquisto, aumentan y disminuyen rápidamente su actividad en función de los cambios de precios, a diferencia de sus rivales en la explotación tradicional. Así otras partes de la economía resienten el impacto, pudiendo los efectos del petróleo xbarato extenderse al acero, manufactura, bienes raíces, transporte, logística y la banca. Pues como dice Ian Shepherdson economista en jefe de Pantheon Macroeconomics, para el nuevo mundo del esquisto, precios más bajo del petróleo, vienen a significar un crecimiento más lento para Estados Unidos. Podemos ver entonces que el precio del petróleo tiene un valor muy importante en los intereses nacionales de Estados Unidos.

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