Desde hace seis años, se celebra en todo el mundo el 20 de marzo el Día Internacional de la Felicidad, iniciativa aprobada por la ONU en 2013 para fomentar la integración de la felicidad en las políticas públicas, así como reconocimiento de la importancia del bienestar y la felicidad como aspiraciones universales de los seres humanos.
La resolución fue iniciada por Bután, un país situado en Himalaya, en la frontera entre China e India; que desde principios de la década de 1970 reconoce el valor de la felicidad nacional sobre el de los ingresos nacionales y que prioriza la Felicidad Nacional Bruta sobre el Producto Nacional Bruto. Fue, además, país anfitrión de una Reunión de alto nivel sobre «Felicidad y bienestar: definición de un nuevo paradigma económico» durante el sexagésimo sexto período de sesiones de la Asamblea General.
El mismo desde principios de los setenta reconoce la felicidad nacional por encima de los ingresos nacionales. Si se hace un repaso por cualquiera de los ‘rankings’ de felicidad del mundo, es posible que Bután ni siquiera aparezca en los primeros puestos, toda vez que la lista de países más felices entre 2015 y 2017 del Informe de Felicidad Mundial (WHR) está liderada por Finlandia, Noruega, Dinamarca, Islandia y Suiza, y Bután se encuentra en el puesto 97 de 156.
El Índice de Planeta Feliz (HPI) le da al país asiático una puntuación de 28,6, colocándolo en la posición número 56 de todos los países analizados (un total de 140), pero en este caso los cinco más felices son Costa Rica, México, Colombia, Vanuatu y Vietnam. Todo depende de cómo se mida esa felicidad. En el caso del HPI se valoran varias métricas: el bienestar, en función de las encuestas mundiales de Gallup; la esperanza de vida, según datos de Naciones Unidas; la desigualdad dentro de un país y la huella ecológica. Pero estas métricas no son necesariamente las mismas que aplica el propio país, que tiene integrada en su vida pública la felicidad como magnitud macroeconómica. Bután no solo ha tomado esta medida para mantener su felicidad, sino que tiene todo un paquete de políticas dirigidas a que esa felicidad no se vea corrompida.
Tiene 5 pautas a seguir para mantener su felicidad, las cuales son las siguientes:
1- Restringiendo el turismo
La felicidad de Bután no se centra en mantener felices a los turistas, sino a sus propios habitantes. Y a pesar de que el turismo es su segunda mayor industria, después de la hidroeléctrica, se gestiona de manera que se intente mitigar el impacto que éste tiene en los visitantes.
2. Protegiendo los recursos naturales
En Bután la protección de la naturaleza es esencial, y hay que tener en cuenta que hay muchos estudios que vinculan la naturaleza con la felicidad. Casi el 70% del país está cubierto de bosques, y cerca del 42% del reino está protegido.
3. Sin TV, ni Internet… hasta ahora
Hasta hace unos años en Bután no había ni internet ni televisión. Si bien en los sesenta aparecieron las primeras líneas de teléfono y una década después, la radio, hasta 1999 no llegaron la televisión e internet, dos ‘imprescindibles’ en la vida de cualquier occidental.
4. Profesando el budismo
La religión tiene mucho que ver en la comprensión de la felicidad en Bután. El propósito principal del budismo Mahayana, una de las dos ramas de esta fe, es difundir la felicidad y la compasión por todo el mundo.
5. Creciendo económicamente a gran velocidad
Por último, otro factor importante para el país es el crecimiento económico. Que el reino de Bután valore como una medida vital para el Estado la felicidad, no quiere decir que se deje a un lado el Producto Interior Bruto (PIB): al hablar de las economías de más rápido crecimiento en el mundo siempre se menciona a China o India, pero entre las dos, en una zona remota en pleno Himalaya, se encuentra este pequeño país, en la cima de las economías de mayor crecimiento del globo, según los datos de Banco Mundial.