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A la familia con lo de la familia y a la escuela con lo de la escuela

Esta semana se ha creado un gran debate nacional debido a la exigencia de la diputada por el Partido Quisqueyano Demócrata Besaida Mercedes Abreu de que se cumpla la ley 44-00 sobre la instrucción bíblica en las escuelas; esta establece la lectura de un texto de la biblia diariamente luego del izamiento de la bandera y además dispone el estudio de la biblia por lo menos una vez a la semana. El tema se salió de control cuando en las redes sociales se hizo viral un video donde aparece la diputada  por el PRM Faride Raful expresando su parecer  ante la Cámara de Diputados sobre  lo inconstitucional que sería imponer la lectura de la biblia en los centros educativos.

Dicho video fue editado, con muy malas intenciones, y promovido con el título: “Diputada Raful dice es un error poner lectura de la biblia en las escuelas, debemos respetar los homosexuales”. En base a esa edición mal intencionada y luego de ver el video íntegro, solo podría expresar que me da mucha pena y vergüenza ver las reacciones de amigos, colegas y allegados ante un tema tan sensible y sobre todo sin tomarse el tiempo de investigar y solo montarse en la ola de un título amarillista y falso.  A estas alturas espero que ya se les haya aclarado la supuesta opinión de la diputada Raful y aprovecho para contarles mi experiencia ante este tema.

Fui formado y educado durante 12 años en un colegio católico dirigido por monjas. Mi madre sabiendo las doctrinas y confiada del tipo de educación que se impartía y sobre todo afianzada de la fe de su tía, la cual era  monja de esta congregación,  aceptó todos los requerimientos y me obligó a estudiar en este colegio hasta partir hacia la universidad.

En este centro no solo se leía la biblia todos los días en el aula, además se celebraran todas las novenas (conjunto de oraciones o actos devotos que se practican durante nueve días y que se dedican a Dios, a la Virgen María o a un determinado santo) de todas las vírgenes existentes en el planeta. Recuerdo que durante todos mis años en el bachiller,  cada 14 de febrero; día de San Valentín o del amor y la amistad,  se celebraba con una misa al inicio del día.

El colegio contaba con una capilla, en la cual frecuentemente celebraban misas a las cuales teníamos que asistir. Nos obligaban a ir a la iglesia a ciertas celebraciones,  junto a esto,  teníamos el compromiso  de lecturas, ofrendas y demás responsabilidades.  Contábamos con una pastoral juvenil, de la cual fui presidente.

En la pastoral se afianzaban los valores cristianos, se organizaban eventos caritativos y participábamos de un encuentro nacional de pastorales juveniles donde compartíamos nuestra fe y nuestras inquietudes como jóvenes católicos. No puedo olvidar la materia obligatoria de Formación Integral Humana y Religiosa impartida por las hermanas de la congregación, la cual era parte esencial y primordial de nuestra supuesta educación.

Dicho todo esto, me hago las siguientes preguntas: ­ ¿ayudó toda esta obligación espiritual en mi buena formación? Podría decir que sí. ¿Ayudó esa obligación espiritual en la buena formación de mis compañeros de estudio?  Bueno… en muy pocos. ¿Recuerdo algún pasaje de la biblia que me marcara en esa época? Honestamente, ninguno;  solo se leía por obligación, no por convicción. ¿Qué se hacía con la biblia todos los días? Además de leerla; la escondían, le arrancaban hojas, una vez la echaron en un cubo de agua, entre otras cosas más.

¿Luego de salir del colegio continué en esas actividades religiosas? Las fui dejando paulatinamente. ¿Y mis compañeros continuaron? Solo continuaban los que lo hacían en familia. En familia porque al final los niveles de espiritualidad y religiosidad no nos lo daba la lectura de la biblia en la escuela, ni la obligación de participar en todas las demás actividades religiosas.

Eso nos los inculcaban nuestras madres, nuestros padres, nuestra familia. Por qué enfocarnos en obligar a leer la biblia en centros educativos donde el rol principal de la escuela de enseñar no se cumple; según la  “Evaluación Diagnostica Nacional de tercer grado de primaria” solo un 12% de estudiantes de tercero de primaria aprobó lectura. En mis tiempos ya en primero sabíamos leer. Al César con lo del César, a la iglesia con lo de la iglesia, a la familia con lo de la familia y a la escuela con lo de las escuela.

 

Carlos Machuca, jefe de redacción del Naguero.com

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