Este miércoles 16 de Agosto del año 2018, conmemoramos los 155 años de la Restauración de la República Dominicana. Aquel acontecimiento histórico que marco la República Dominicana entre los años 1863 a 1865, donde el detonante principal de dicho conflicto fue la reconquista de España, tras 17 años de Independencia.
Esta hazaña es apreciada como la segunda independencia dominicana, como la más grande prueba de identidad nacional, de definición y afianzamiento de la soberanía del país.
Hablemos ahora de historia…
En 1861, el general Pedro Santana pidió a España que retomara el control del país, después de un período de sólo 17 años de independencia. España, que no había llegado a un acuerdo con la pérdida de sus colonias en América 30 años antes, aceptó su propuesta y convirtió al país nuevamente en su colonia.
En 1863, España estaba ejerciendo presión sobre Haití para que este le cediera territorio a España, o pagaría una gran suma por concepto de indemnización. Esto hizo que el presidente haitiano Fabre Geffrard abandonara su estricta neutralidad y apoyara a la resistencia dominicana.
El 16 de agosto de ese mismo año, un nuevo grupo de 14 hombres bajo el liderazgo de Santiago Rodríguez hizo una audaz incursión en el cerro de Capotillo (Dajabón) e izaron el pabellón dominicano. Esta acción, conocida como el Grito de Capotillo, fue el comienzo de la guerra. Entre los integrantes se encontraban Benito Monción, Juan Antonio Polanco, hermano mayor del general Gaspar Polanco, Pedro Antonio Pimentel, entre otros. El experimentado guerrero Gaspar Polanco esta vez se coloca a su lado y llega con ellos a las afueras de la ciudad de Santiago, la cual fue sitiada por miles de hombres.
José Antonio ‘Pepillo’ Salcedo, quien se había autoproclamado presidente de la República sin la aprobación de la mayoría de los restauradores, inmediatamente calificó a Santana, que ahora era líder de las fuerzas españolas, como traidor. Salcedo intentó pedir ayuda a los Estados Unidos, pero fue rechazada. Luego de múltiples situaciones más, para el 25 de marzo de 1865 la junta provisional organizó una nueva constitución, y cuando se aprobó, el general Pedro Antonio Pimentel se convirtió en el nuevo presidente. Las Cortes decidieron que no querían financiar una guerra por un territorio que en realidad no necesitaban, y el 3 de marzo de 1865, la reina Isabel II firmó la anulación de la anexión. El 15 de julio, las tropas españolas abandonaron la isla.
Dicha Guerra trajo para la República Dominicana al igual que para Cuba la satisfacción de haber conseguido vencer a España en un conflicto de tal envergadura, aunque las pérdidas tanto humanas como materiales fueron demasiado cuantiosas.
Ahora bien luego de incansables luchas por conseguir la independencia total de nuestro país, lo cual es preciso señalar, toda vez que la República Dominicana celebra orgullosamente el 16 de agosto esos años de tanto sufrimiento para los suyos, pero que al final y a pesar de todo el dolor causado consiguieron la independencia.
Pero hablamos de 155 años atrás luego de haberse sellado la soberanía dominicana, donde cada día en nuestro país se vislumbra una nueva restauración, en virtud de la necesidad y la desesperanza por la que el pueblo pasa. Y cuando nos referimos a una revolución, no es hablando en términos de violencia, ni luchas militares, sino más bien un giro total a nuestra moral, los valores, principios y la cultura que nos identifica como dominicanos, que de una vez y por todas se restaure esa cultura de un pueblo honrado y trabajador, pulcro y que sobre todo expandamos eso que nos caracteriza a todos los dominicanos, la hospitalidad, siempre queriendo lo mejor para nuestras gentes.
Es tiempo de hablar y aportar, de detener las lluvias de críticas y comenzar a aportar nuestro granito de arena para ayudar nuestro país, es tiempo de reflexionar sobre todo aquellos con lo que podemos contribuir para que la realidad que vivimos como dominicanos cambie; hagamos eso que nunca se ha hecho y convirtámoslo en una realidad, llevándolo a un nivel trascendental donde nuestra cultura, valores y principios sean el eje principal de toda la locomotora que no solo mueve el Estado, sino también nuestras familias, seamos más que restauradores, vencedores.